La tragedia del Estadio Nacional

El Estadio Nacional de Lima ha sido testigo de hechos gloriosos del fútbol peruano, pero también de sucesos que enlutaron nuestro deporte, como la Tragedia que ocurrió el 24 de Mayo de 1964.

Perú y Argentina tenían que disputar un partido clasificatorio a la Olimpiadas de Tokio del año siguiente. Un empate abría las puertas de clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio 1964, gracias a los resultados obtenidos previamente con Ecuador (1-1), Colombia (3-0) y Uruguay (2-0).

Argentina derrotaba a la bicolor por uno a cero, cuando a los dos minutos para que acabe el partido, Perú empató el marcador, pero la conquista fue anulada por el árbitro del partido.

Esa jugada transformó en pesadilla la tarde de fútbol en el coloso de José Díaz. La desgracia, la mayor en la historia del fútbol, acechaba dentro y fuera del recinto.

“Yo ordené lanzar bombas lacrimógenas a las tribunas. No puedo precisar cuántas. Nunca imaginé las nefastas consecuencias”, reconoció el comandante de la policía Jorge de Azambuja, quien sería sindicado como el culpable de la hecatombe siete años después, en setiembre de 1971.

”Kilo” Lobatón anotó el gol del empate transitorio para los peruanos. En él rebotó el balón enviado por La Rosa y termina dentro del arco de Cejas. Gol peruano. Celebración y euforia. Pero los gritos de dicha callan. El tanto ha sido anulado. Ha aparecido el “ángel de la muerte”. Y es uruguayo.

Su nombre: Angel Eduardo Pazos, el responsable de una de las tragedias que dieron la vuelta al mundo.

Fue Víctor Vásquez, el ‘Negro Bomba’ quien se metió a la cancha. No avanzó mucho antes de que la policía lo contuviera. Él fue apresado dos días después y llevado a El Frontón por poco tiempo.

Más no fue él, sino Edilberto Cuenca, el segundo hincha en entrar a la cancha, quien sería golpeado, cercado por los perros. Estos hechos, sumado a la decisión del árbitro, generaron la indignación en los asistentes al estadio.

La policía empleó bombas lacrimógenas para evadir a los iracundos hinchas. Los jugadores fueron llevados a los camerinos a través del Salón de América, donde escucharon, mientras oraban a la imagen del Señor de los Milagros, cómo el horror y la muerte se abrían paso en las tribunas y también en las calles.

Los jugadores de Perú recién pudieron salir del estadio a las 8:30 de la noche cuando la turba de hinchas parecía haberse disipado.

Oficialmente, la cifra de muertos fue de 312. El informe del hospital Dos de Mayo indicó que el 90% de las víctimas murieron por asfixia. El resto lo hizo por diferentes tipos de traumatismo. El Estadio Nacional fue cerrado por 60 días y se le encargó a tres ingenieros, los cambios en la seguridad.

Esta es una marca que no desaparecerá en la historia del fútbol peruano.