Libertad sexual consentida entre adolescentes y adultos

Vamos a ponernos una venda en los ojos.

Vamos a imaginar, como decía mi mamá, que la virginidad se pierde después de los 25, cuando más o menos has terminado la universidad y ya tienes las cosas claras.

Vamos a imaginar, como decía mi abuelo, que si tienes 15 y tu enamorado 19, él te querrá hacer el amor a la fuerza, te embarazará y te dejará.

Mi mamá, mi abuelo y todos los que hoy se muestran espantados por la ley de libertad sexual consentida entre adolescentes y adultos se olvidan -o no quieren ver- de la realidad: el 53% de los hombres y el 32% de las mujeres se han iniciado sexualmente antes de los 15 años, según un diagnóstico de la ONG Manuela Ramos. Los chicos han cambiado.

Es posible que mucho antes de sacar su DNI ya hayan comprado condones o pastillas anticonceptivas.

Lo que pasa es que no lo queremos aceptar, menos si somos padres de una quinceañera que ha puesto los ojos en un muchacho con DNI.

Si se trata del hijo varón, el papá saca pecho (mi hijo ya es un hombre) y la mamá no se queda atrás (es un bandido).

El bendito machismo de siempre. No es políticamente correcto admitir que ellas (mayores de 14 años) tienen sexo con un chico de 19 o 20.

Pero es aceptable remarcar que nuestro muchacho de 14 tiene una novia de 18. Medio Perú celebró el romance de nuestro ajedrecista Emilio Córdova, de 15 años, con una brasileña de 29 años.

El común de la gente dijo, en voz alta y baja, que Emilio la estaba pasando de lo lindo.

¿Alguien lo imaginó ultrajado? Carioca = Caliente. Caliente = provecho, Emilio.

El diario Clarín de Argentina publicó una nota, con motivo de su mediático retorno a Lima, con un titular que podría resumir la idea: «El joven ajedrecista enamorado regresó a Lima y fue tratado como un héroe».

¿Alguien tuvo pena de Emilio? Quizás algunos temieron que, por eso parecido al amor, dejaría su brillante carrera, pero más de uno envidió a Emilio. «Provecho, Emilio», le gritaron en el aeropuerto.

Es tanta la hipocresía en el Perú que son pocas las instituciones que van contra la corriente y enfrentan el problema con datos reales en mano.

Yo, que no tengo ni un pelo de feminista, debo aplaudir a Manuela Ramos por habernos refregado en la cara que el 79% de adolescentes que tuvo relaciones lo hizo voluntariamente.

Porque le dio la gana, porque tuvo curiosidad, porque el deseo -a veces- no tiene leyes.

El inicio sexual es una decisión personal. No hay papá o mamá que te convenza de lo contrario cuando tu corazón y tu cuerpo (a veces solo tu cuerpo) te llevan a ese terreno del que los papis prefieren no hablar. Lo llames ‘prueba de amor’ o como sea, la decisión es tuya.

A los adultos solo nos queda esperar que tu decisión sea responsable. Y que digas NO cuando realmente sientes que es NO.

Lo que debería preocuparles a los padres y a los que se espantan de la ley es cómo hacer para que nuestros chicos estén lo suficientemente informados como para no embarazarse, contagiarse una Infección de Transmisión Sexual (ITS) o VIH-Sida.

La adolescencia es una etapa de conflictos, pero también el momento oportuno -según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)- para abordar la salud sexual y las inquietudes sobre el tema. Un chico o una chica de 14 tiene capacidad para rechazar un encuentro sexual o para aceptarlo sin problemas.

No se trata de meter preso(a) al novio(a) con DNI sino de educar sexualmente a nuestros chicos para que lo hagan cuando de verdad lo deseen y, sobre todo, con responsabilidad.

El sexo no consentido, no voluntario o forzado siempre será un delito, al margen de la edad de la víctima.

El problema en el Perú es que los jueces no aplican con rigor las leyes. La violación sexual -con violencia o amenaza- de un menor, de entre 14 y 18 años, se sanciona con una pena de entre 25 y 30 años. ¿Se aplica realmente esta pena? ¿Cuántos violadores están libres? Dice la ministra de la Mujer, Virginia Borra, que la ley es una ‘puerta abierta’ para que las violaciones queden impunes.

El presidente Alan García se ha sumado al rechazo, y Mercedes Cabanillas -la misma que defendió la norma- ahora parece arrepentida de su osadía.

Todos temen que haya impunidad para los violadores pero, ¿quiénes son culpables de la impunidad? ¿Los jóvenes? Llama la atención cómo, en los últimos tiempos, muchos padres adolescentes no acuden a reconocer a sus hijos con otra adolescente por miedo a ser denunciados por una violación. Ni hablar de los mayorcitos.

El ‘enamoradito’ violador y la retención de las madres adolescentes en la Maternidad de Lima ante la presunción de que su embarazo fue fruto de un ultraje podrían quedar atrás con esta norma. Podemos estar a favor o en contra pero, más que preocuparnos en revisar las mochilitas de nuestros hijos y perseguir al presunto-sospechoso-aparente abusador de la criatura -de más de 14 años- que tenemos en casa, deberíamos empezar a presionar para que las violaciones sean castigadas con todo el peso de la ley. No se trata de ajusticiar a enamoraditos indeseables para el gusto de papá y mamá.

Es cierto, como señala la ONG Acción por los Niños, que para la Policía y la justicia es difícil comprobar la seducción de menores, el engaño o la presión psicológica de un adulto sobre un menor. Pues, entonces, hay que mejorar la investigación policial y acelerar y hacer menos vejatorios los exámenes médico-legistas.

El Código Penal sanciona hasta con cadena perpetua a los que violan a un niño o adolescente. ¿Cuántas violaciones de este tipo se han reportado y cuántos sentenciados a prisión de por vida hay en el Perú?