La leyenda de El entierro de Cupisnique, a degollación, degollación y media

“Por Cupisnique se iba también a Cajamarca, pasando por Tolón, y se afirma que en una de esas ensenadas hay también un gran entierro. Según una de las versiones populares, tal como me lo ha contado el señor Rodríguez, iban de Cajamarca a Trujillo unos frailes que conducían una gran cantidad de dinero, fruto sin duda, de sus arduas labores de cristianización.

Estaban por Cupisnique cuando les alcanzó un propio, que les avisó que habían degollado a todos los Inquisidores. (¿?) Asustáronse los frailes con lal noticia y resolvieron entonces enterrar los tesoros que llevaban. Descabalgaron las henchidas maletas, y utilizando los servicios de la gente de labor que les acompañaba y de los arrieros, buscaron un sitio propicio y allí dejaron escondida una enorme riqueza. Para que nadie, sino ellos, conocieran el secreto, degollaron a los arrieros y a los servidores y, completando el cuadro, degollaron también a las mulas. A  degollación, degollación y media, dirá con razón el lector”.

“Otra versión sostiene que fue en los agitados días de la expulsión de los jesuitas, bajo el gobierno de Amat –lo que es más creíble- cuando se enterraron esos tesoros. Mucho se ha buscado, pero hasta la fecha, nadie ha encontrado los preñados zurrones con monedas del Rey, como las halladas por el soldado echeniquista en el cerro Cuculicote”.

“Hay muchas otras consejas, pero no tuve tiempo de recogerlas todas. También hay otra historia de entierro, ya en la época Independencia: la del Obispo Marfil, que obligado a salir de Trujillo por sus doctrinas monarquistas é hispónicas a todo trance, dejó escondido un tesoro que, según esa fama, fue sacado de una casa de Ascope, por gentes que con esa ayuda se hicieron ricas. La tradición fue recogida por Cayo Muscio Scévola, en una crónica que publicó hace algún tiempo “La Industria” de Trujillo”.