Finalmente ha sucedido. A pesar de que el senado de Estados Unidos había rechazado el plan de ayudas a los tres grandes de Detroit, George Bush ha utilizado sus poderes para destinar una jugosa partida de fondos con los que evitar el derrumbe de Chrysler y General Motors, los fabricantes nacionales en peores condiciones.
En total, se destinarán 17.400 millones de dólares (cerca de 9.600 millones de euros) procedentes de un fondo de 700.000 millones de dólares creado inicialmente para salvar a Wall Street, dado que, citamos, “en mitad de una crisis financiera y en recesión, permitir el colapso de la industria automovilística de Estados Unidos no es una decisión responsable”.
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