Cuando se habla de nanotecnología, casi en el 90% de las ocasiones se está haciendo mención en realidad a los apenas media docena de materiales primarios, que además fueron los primeros en sintetizarse mediante las técnicas de la nanociencia. Uno de ellos es el grafeno, del que se dice que representará la próxima revolución en la electrónica de consumo ya que se está estudiando cómo emplearlo para que alberge un procesador y sirva de pantalla al mismo tiempo.
Lo que está claro es que un material tan fino como el papel y entre 10 y 13 veces más fuerte que el acero puede tener casi infinitas aplicaciones y ahora, se está evaluando cuáles de ellas podrían servir para mejorar los automóviles del futuro. Sobre todo, teniendo en cuenta que también es unas 6 veces más ligero y menos denso que el propio acero. De hecho, las hojas de este compuesto pueden tener un espesor de apenas 0.335 nm.
Es decir, más o menos tres millones de veces más fino que el de un cabello humano. El pero habrá que ponerlo, al igual que sucede con la fibra de carbono, en el elevado coste que tiene todavía sintetizar el grafeno. A pesar de que su único componente es el carbono, que resulta ser bastante abundante en la naturaleza, el proceso para trabajar a semejante nanoescala es todavía bastante complejo y sólo se consigue reproducir en laboratorio.
Así, la gran meta está en conseguir nanomateriales a una escala industrial, lo cual ya se ha logrado con alguno, aunque no es lo mismo hacer un polvo de oro que el capó de un auto a partir de un componente que se encuentra en una escala atómica, aunque provenga de un hidrocarburo aromático policíclico de lo más común. El día que se consiga, tendremos coches más robustos que pesarán menos de la mitad que los actuales.
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