La historia de la lencería nos remonta a las antiguas civilizaciones, donde las mujeres buscaban una manera práctica de poder tapar sus zonas pudorosas (pechos y entrepierna). Aparte de esa función, también era un tema de estética y practicidad, fundamentalmente con lo relacionado con los pechos de la mujer, ya que por una cuestión de gravedad los pechos deben ser sujetos para que ellas se sientan más cómodas en su andar.
Muchos de aquellos primeros sostenes no eran más que telas de seda envueltas en los pechos femeninos. Asimismo, los primeros calzones distaban muchísimo de lo que hoy día podemos observar. Al pasar los siglos, la lencería fue tomando cada vez más forma.
Un hito importante de la lencería fue la época de las monarquías europeas y el período napoleónico, en los cuales, el corsé tuvo un lugar privilegiado entre las mujeres, las cuales buscaban por medio de esta lencería verse más espigadas y estilizadas, ya que por medio del corsé, que funcionaba por medio de tirantes, se lograba acinturar y reducir de tallas, sobretodo en la zona del abdomen. Otra peculiaridad del corsé es que estiliza la forma de los pechos. La lencería se fue amoldando a lo largo de los siglos a cada época concreta.
El siglo XX se considera como el siglo en que la lencería se afianza en la mujer, aunque hay que decir también que en este siglo han existido períodos bajos como en los años 30, 40, y 50, décadas que han sido consideradas como muy conservadoras y poco sensuales en cuanto a la confección de la lencería en sí.
Hubo una época en peculiar, la de los años 60, donde el movimiento hippie movilizó una actitud rupturista frente a la lencería, abandonando, en parte, el uso de los sujetadores e introduciendo el color y las flores en la ropa interior y provocando la liberación de muchos tabúes.
El cine y la televisión fueron claves en los 70 cuando “Los Ángeles de Charlie” y las deseadas chicas Bond convirtieron la belleza y la inocencia en looks sensuales y sexies. Cabelleras al viento y altos tacones abrían paso a una lencería de mayor audacia.
No fue hasta la década de los 80 cuando la lencería volvió a estar en la cúspide. Claramente ayudada por los íconos sexuales de aquella época como Madonna, la cual impuso la utilización de lencería con encajes y muy sofisticada, surgió una moda que rápidamente gustó entre las mujeres y en los hombres, los cuales de inmediato agradecieron que sus mujeres fueran más osadas al escoger su ropa íntima.
En los 90, la ropa interior se simplificó y el gran bombazo lo dio el nacimiento del “Wonderbra”, haciendo que millones de mujeres aumentaran su talla de pecho de manera instantánea. Además, el físico cobró gran importancia y nuevas tendencias, orientadas a practicar deportes y a la vida sana, unieron diseño y confort.
Sensual, romántica, sofisticada, irresistible, así se podría definir a la lencería de hoy. Coquetas, delicadas y sexies, estas prendas han pasado a ser una segunda piel, convirtiendo la ropa íntima en objeto de seducción y placer; la cual apunta a una mujer sexy, confiada en sí misma.
La lencería sensual sigue hasta el día de hoy funcionando como un fuerte sinónimo de todo lo imaginable en cuanto a lo sensual, y seguirá haciéndolo durante muchos años más porque el deseo y el erotismo van tan unidos a la mujer que serán imposibles de borrar jamás.