Llegas tarde a algún evento o alguna clase y debes ir al piso 5, 6, 7 o más. Las escaleras cansan y los ascensores son la solución para escalar ‘’rascacielos’’. ¿Te haz puesto a pensar en las actitudes que toman las personas cuando abordan hacen uso de este aparato?
Se trata de un recorrido de pocos segundos donde la ansiedad puede ser la principal sensación que se puede sentir en ese constante sube y baja.
»Casi todos nos encerramos en nosotros mismos. Entramos, presionamos el botón y nos quedamos perfectamente quietos», sugiere Lee Gray, quien trabaja en una investigación acerca de este asunto para la Universidad de Carolina del Norte en Estados Unidos.
Lo común al entrar al ascensor es darse vuelta, dar cara a la puerta, apretar el botón que corresponde al piso al que queremos ir y esperar llegar al destino deseado.
En ese lapso de tiempo, más aún si estamos solos, podemos asumir que ese pequeño espacio es completamente nuestro al menos por unos breves segundos. Pero, si hay dos personas, lo normal es que cada uno se ubique en una esquina y pararse en diagonal, creando una mayor distancia entre ambos.
Cuando hay una tercera persona, se forma un triángulo y cuando hay una carta persona, cada uno ocupa una esquina hasta que el quinto debe ocupar el centro del ascensor. Es ahí cuando surge un problema, pues apenas se abren las puertas, se debe tomar una decisión inmediata al momento de salir.
¿Cómo explicar los extraños comportamientos en el ascensor?
»Uno no tiene espacio suficiente. Por lo general, cuando nos juntamos con otra gente, dejamos entre persona y persona una distancia de por lo menos un brazo. Y eso no es posible en la mayoría de los elevadores, por eso nos encontramos en una situación muy inusual. Es poco natural», refiere Babette Renneberg, psicóloga de la Universidad Libre de Berlín (Alemania).
El ascensor es un espacio tan pequeño que no se puede actuar de una forma amenazadora, ambigua o rara. Lo básico es evitar el contacto visual entre las personas.
Pero, esa ansiedad se puede resumir en algo básico: No nos gusta permanecer encerrados, pues el ascensor es un lugar repulsivo, tal y como lo dijo Nick White, un oficinista de Nueva York que permaneció encerrado en un elevador por 40 horas y por varios pasajes pensó que un lugar encerrado (pero del que nunca se puede salir): una tumba.
»Siempre me acuerdo de lo que pasó cuando me subo a uno. Es algo sobre lo que tienes muy poco control», indica White, quien por su trabajo, debe ocupar constantemente un elevador.