Una cultura solidaria para cambiar el mundo
Los voluntarios de Apple ayudan a transformar vidas
Michael Normoyle, de 14 años, se lanza a escribir su código cifrado en la pizarra: ZLANZRVFZVPUNRY.
El resto de la clase se afana en resolver el rompecabezas antes que los demás.
En la clase de programación del Terence MacSwiney School de Cork (Irlanda), las cosas se ponen bastante competitivas en este grupo de chicos de 14 y 15 años. Sobre todo en el caso de Normoyle y sus compañeros Seán Harris y Michael McGlue, que aspiran al título de mejor alumno de programación.
El programa forma parte de una iniciativa especial puesta en marcha por voluntarios de Apple que trabajan en el campus de la empresa en Cork. Una vez a la semana, más de una docena de voluntarios visitan el centro educativo para dar clases de programación, dibujo, fotografía, música y vídeo. Desde el inicio del programa hace tres años, el centro (uno de los más desfavorecidos de Irlanda) y sus alumnos han experimentado una gran transformación.
Se trata de una de las miles de organizaciones a las que los empleados de Apple dedican su tiempo de voluntariado. Además, Apple aporta los fondos equivalentes por cada hora o dólar que contribuyen los empleados. En 2018, esto supuso más de un cuarto de millón de horas de voluntariado y más de 125 millones de dólares donados a organizaciones del mundo entero.
Eso incluye China, donde Apple es una de las escasas multinacionales que igualan las donaciones de sus empleados. Actualmente, 32 asociaciones benéficas de China optan a recibir fondos, como la China Foundation for Poverty Alleviation, que solo en 2018 ayudó a más de 175.000 personas de 24 provincias en materia de preparación y mitigación ante desastres.
“Tienes que crear esperanza, da igual en qué contexto trabajes. A veces necesitas un poco de ayuda para hacerlo.”
En suma, desde su puesta en marcha hace ocho años, el programa Apple Giving ha tenido un enorme efecto positivo, con más de 365 millones de dólares recaudados para asociaciones sin ánimo de lucro a nivel mundial. Sin embargo, si preguntáramos a las personas a las que esta iniciativa les ha cambiado la vida, dirían que el beneficio va mucho más allá del dinero en sí.
”Tenemos muchos alumnos que tienen por delante un futuro bastante complicado”, afirma Phil O’Flynn, director del Terence MacSwiney School. “Pero este programa ha contribuido a su desarrollo, y hemos descubierto talentos que desconocíamos”.
Antes de empezar el programa, Normoyle, Harris y McGlue nunca pensaron que sus futuras profesiones pudiesen estar relacionadas con la informática. Los tres serían los primeros en sus familias en obtener un título de educación secundaria, algo que están en posición de conseguir, según su profesora Linda Cagney y el director O’Flynn.
”Tienes que crear esperanza, da igual el contexto en el que trabajes”, dice O’Flynn. “A veces necesitas un poco de ayuda para hacerlo, y eso es lo que hace este programa. Le echa una mano al colegio”.
De vuelta a la clase de programación, los estudiantes siguen intentando descifrar el código de Normoyle. Al final, alguien proclama: “Me llamo Michael”.
Él sonríe y confirma la respuesta.
En 2017, Lauren Cook, de 24 años, estaba en último curso en la San Jose State University y trabajaba en cuatro sitios distintos para llegar a fin de mes, cuando vio un anuncio del reparto de comida solidario de Second Harvest en el centro. Aquel día se llevó a casa algo más que bolsas de productos frescos.
”Second Harvest me ayudó a convertirme en la persona que soy hoy. Lo siento, me estoy emocionando”, dice Cook entre lágrimas. “Me permitió tener solo un empleo, y así pude centrarme en mis estudios universitarios”.
Desde la Gran Recesión de 2008, el número de personas atendidas cada mes por el banco de comida de Second Harvest de los condados de Santa Clara y San Mateo, que incluyen la mayor parte de Silicon Valley, ha aumentado un 47 por ciento, desde una media de 175.000 hasta 260.000. Solo en 2018, eso supuso casi 55 millones de comidas.
El voluntariado de Apple con Second Harvest empezó en 2000. El año pasado, sus empleados dedicaron casi 3.000 horas a clasificar y distribuir comida, lo que convierte al banco de comida en uno de los principales beneficiarios de los voluntarios de Apple en Estados Unidos.
“Lo más importante de esta colaboración es que tenemos voluntarios de Apple en los que podemos confiar”, explica Leslie Bacho, consejera delegada de Second Harvest. “Ese compromiso a largo plazo nos permite probar cosas nuevas e innovar, como los repartos de comida solidarios en las universidades. Es lo que me da la esperanza de que, si podemos solucionar el hambre en algún lugar del país, es aquí”.
Cuando Samuel Snowe, de 29 años, abrió el paquete de su camiseta de compresión, le sorprendió encontrar algo más.
”Sé la persona que quieres ser”, rezaba la nota. “Quererte a ti mismo es el primer paso. Gracias por ser increíble”.
Estaba firmada simplemente como “Megan”. Fue algo muy emotivo para Snowe. Aquellas 18 palabras le recordaron que no estaba solo.
En 2009, Aydian Dowling se declaró transgénero, pero el seguro médico no cubría su transición. A la postre, consiguió los fondos por su cuenta y, con la ayuda de sus amigos, pero aquella experiencia negativa sirvió para estimular su faceta solidaria. Hace dos años, cofundó Point of Pride, cuyo objetivo es “ayudar a las personas trans necesitadas mediante programas de refuerzo de género que les permitan vivir de una forma más auténtica”.
Esto incluye el programa de prendas de la organización, que ha enviado más de 3.500 camisetas compresoras gratuitas a personas del mundo entero como Snowe, junto con una nota personal de ánimo.
La idea de incluir una nota nació cuando la organización entabló contacto con la empleada de Apple Liz Byrne, que ahora ocupa un puesto en la directiva de Point of Pride. Liz recibió una carta de ánimo de un amigo cercano durante una época complicada en el instituto. Desde entonces, Liz ha organizado casi 20 sesiones de escritura en los campus de Apple en Cupertino, Austin y Sacramento, a las que han asistido cientos de empleados.
Para Snow, recibir la camiseta gratuita fue muy importante, pero valora aún más la nota.
”Cuando eres transgénero, hay muchos momentos en los que no sientes que merezcas estar vivo, como que eres menos humano”, dice Snowe. ”Y cosas como estas nos recuerdan que seguimos siendo humanos, seguimos vivos, seguimos siendo personas y somos importantes para alguien”.
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