Leyenda de El gallo de la Encañada

“En el lugar denominado La Encañada, en el camino de Ascope para Cascas vía de Cajamarca, hay una piedra, muy bien colocada sobre pequeñas pedruscos. Tiene más ó menos ocho metros y  llama la atención de los viajeros. Los Cajamarquinos tienen la costumbres de poner en ella, cuando salen a la costa una crucecita para asegurarse así el regreso al terruño porque es fama que quien no lo hiciera, no volvería a ver el suelo natal. Esa costumbre subsiste y da a la piedra dela Encañada un aspecto característico y pintoresco, por la profusión de crucecitas que la cubren”.

“La tal piedra está colocada en forma muy rara, que sorprende é intriga, según afirman cuanto lo han visto. Atrás de ella hay un pocito que, en todo tiempo, tiene agua, y en una peña que está cortada, hay como grabado un gallo en actitud de cantar. Con estos materiales, la anónima y siempre rica imaginación popular ha hecho una bellísima conseja”.

“Ahora ñaupas, en tiempos de gentiles, llevaban unos indios esa piedra para ponerla de puente, nada menos que en el Marañón, y parece que, á pesar de la enormidad de la distancia y los difíciles caminos, debían  de estar en el lugar de su destino en fecha fija y determinada. Naturalmente, hoy nos sorprende la ingenuidad geográfica del asunto, pero se trata de días de maravilla, y en lugar donde San Bartolo pudo saltar siete kilómetros, no tiene importancia un viajecito en un día desde La Encañada hasta el Marañón”.

“Pero sucedió que se tardaron, que les amaneció en esa encrucijada y que como en la amarga noche Nuestro Señor, cantó el gallo para avisarles, como lo hiciera con San Pedro, que estaba en falta. Asustáronse los indios, buscaron al animal que cantaba, y cuando vieron que estaba grabado en el pedrón, echáronse a  correr, presas de terror, abandonando la piedra, que por esa razón, no está sirviendo de puente en el Marañón…”.