La Amaxofobia viene de ‘amaxo‘, que en griego quiere decir carruaje, y de ‘fobia‘, que quiere decir miedo.
La Amaxofobia es una enfermedad mental que se caracteriza por el miedo que impide a una persona conducir, teniendo entre sus principales síntomas la ansiedad, la angustia, sudoración excesiva, temblores, dolor de estómago o taquicardias. En mayor o menor medida afecta al 33% de las personas que conduncen, aunque esa cifra se reduce notablemente cuando la patología alcanza el grado de ‘pánico extremo’: el 6% de la población lo padece, la mayor parte mujeres de entre 30 y 40 años.
La tensión muscular y psíquica que sufren estas personas les impide físicamente colocarse al volante. Conducir les resulta una experiencia desagradable, y en la mayoría de los casos desisten y abandonan. Se sienten paralizados. Es cierto que se asocia a experiencias traumáticas, como por ejemplo, accidentes de tráfico propios, de familiares o amigos, o al hecho de haber repetido en numerosas ocasiones el examen de conducir.
Pero en el fondo se esconde, según reconocen los expertos, una falta de confianza en sí mismo y una autoestima por los suelos. Sobre todo en el caso de las mujeres, que reconocen sentirse intimidadas por la manera de conducir de los demás. Conducir a velocidades superiores a 90 km/h en vías rápidas, el temor a hacer daño a otros, pasar por túneles, un atasco en hora punta, haber presenciado un accidente, condiciones climatológicas adversas. Cualquiera de estas circunstancias puede desencadenar el trauma. Socialmente, y aquí los medios de comunicación no ayudan mucho, se confunde esta fobia con la inseguridad al volante; aquí el problema es otro: aprender a controlar los pensamientos que agarrotan músculo y mente. Tranquilidad, autoestima y una predisposición positiva son básicas para superar el problema.
Esta fobia, que en definitiva se traduce en la sensación de pérdida de control sobre el vehículo, tiene cura en un 85% de los casos, que fluctua entre los 25 y 35 años los mayores y más frecuentes ataques de pánico. El objetivo es claro, controlar el miedo en situaciones neutras, en situaciones en las que el peligro no existe, sólo existe en la mente. Para ello, lo primero es identificar las situaciones que provocan este miedo; después idear y estudiar una respuesta; a continuación toca coger el coche en compañía de alguien de confianza y por último, claro, enfrentarse uno solo al volante.
Mientras la persona afectada por la amaxofobia se da cuenta de que la conducción depende de ella y que no puede controlar todas las condiciones que le rodean, en el caso de quien tiene miedo a volar, el hecho en sí de volar no depende directamente de él. La única fórmula milagrosa contra la amaxofobia es trabajar ese miedo (ejercicos de relajación y visualización), y en ese proceso de aprendizaje se sucederán fracasos y éxitos, pero cuanto mayor sea el control de una persona sobre sí misma, antes podrá integrarse a la circulación vial.