Nadie podrá venir con reproches. Esto no está prohibido ni es moralmente cuestionable. Hay montones de buenas películas esperando para ser bajadas a través de internet directamente a la computadora y sin pagar ni un peso. Pero todo es legal, porque se trata de las que ya han visto caducar sus derechos de autor y que alguien en algún momento digitalizó y subió a la red para compartirlas con quien quiera disfrutarlas.
El Gordo y el Flaco, Buster Keaton, Flash Gordon, la primera serie de El Zorro, el Tarzán de Bruce Bennett, «Metropolis» de Fritz Lang y los dibujos animados de Betty Boop son algunos de los títulos que se pueden encontrar con cierta facilidad, buscando con Google o recurriendo a páginas como publicdomaintorrents.com.
La caducidad del copyright varía de país en país. Mientras que en la Argentina las obras cinematográficas tienen, según la ley, una duración del derecho de propiedad de 30 años desde la fecha de la primera publicación, en Uruguay es de 50 años tras la muerte del autor y en España —como en todo el derecho europeo— se extiende a 70.
Pero hay casos en que no se trata de películas sobre las que ha terminado el plazo de protección de su autoría. Muchas tienen libre circulación, simplemente, porque no se hizo o se hizo mal el trámite de resguardo de derechos. En general, se inscribe en esta categoría gran cantidad de títulos del llamado cine serie B o bizarro, pero hay entre ellas valoradas obras como «La noche de los muertos vivos» (1960), de George Romero.Así, tenemos a disposición gran cantidad de películas de arte marcial de Bruce Lee (para ver con lupa todas las deudas que con ellas tiene Quentin Tarantino), a pesar de ser de los años setenta. También «I Padroni della città», un remedo de El Padrino, protagonizado por «Aunque Ud. no lo crea» Jack Palance y rodada en Alemania en 1976, toda una tentación para los buscadores de perlas de la gran pantalla. Lo mismo ocurre con las de Ed Wood, como «Plan 9 del espacio sideral», que con frecuencia aparece citada como la peor película jamás hecha, un galardón a esta altura más honorífico que denostativo.
En el área de los documentales, aparecen notables testimonios de época, como los informativos que se pasaban en el cine antes de que existiera la televisión. Si se busca un rato, se pueden encontrar joyas del calibre del noticiero que narró el Día D a los espectadores norteamericanos y la propaganda de los regímenes totalitarios nazi y soviético.
Hay también una gran cantidad de películas que están disponibles no por errores, omisiones o caducidad de derechos, sino porque a los dueños de la propiedad intelectual les interesa que se difundan. Siguen, de esta manera, el camino que trazaron muchos músicos, especialmente de rock alternativo, que dudan de los beneficios que el sistema de comercialización tradicional les pueda reportar y confían en ganarse buena fama por el boca a oreja y las recomendaciones en los foros y comunidades de internet. Los realizadores de cortometrajes son los que más usan esta forma, por las dificultades que encuentran para insertarse en el circuito comercial.
Es cierto que no es lo mismo verlas en la pantalla de la computadora o en la del televisor y que a veces puede llevar días o semanas de conexión bajarlas (aun teniendo conexión por banda ancha), pero no es menos cierto que, salvo en ciclos de centros culturales, rara vez se puede ver este tipo de películas en lugares públicos.
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