Por: Rodolfo “Locrito” TAFUR
La primera vez que la conocí, tenia aproximadamente 5 años de edad, uffffffffff, cuantos años han pasado de ello. El que la vendía tenia mas años que el puente de Calicanto, puente de piedra de Huánuco. Flaco, desgarbado, el gorro viejo que traía en la cabeza seguro era un Kipá que perteneció a Baal Shem Tob ( primer sacerdote judío que lo utilizo ya hace mas de 400 años), camisa blanca con tirantes raidos, ¿su color?, indescifrable, pantalón negro y solo respondía al nombre de “TALLARIN”. Su grito casi chillon: “MANZANAS ACARAMELADA A 10 CENTAVOS CADA UNA”. Ese es mi primer recuerdo de una de las delicias de los niños de mi pueblo. La receta: Agua, azúcar, jarabe y colorante rojo eran sus componentes. Y no olvidar el celofán, la envoltura, básico complemento. ¿Cual es la historia de este dulce mezclado con la acidez de las manzanas?. He aquí algo de su nacimiento:
El origen de caramelizar las manzanas no está claro del todo, lo que sí se sabe es que fue a comienzos del siglo XIX cuando pasaron a denominarse «manzanas caramelizadas» y a ponerse de moda, hasta el punto de ser habitual ver por las calles -al menos una vez por semana-, al vendedor de manzanas .
Parece que el primero en producirlas fue William W. Kolb en 1908, en su tienda de caramelos en Newark ( New Jersey), concretamente para la decoración navideña de su escaparate. No se le ocurrió otra que sumergir las manzanas en una mezcla de azúcar caramelizado y canela y una vez solidificadas exponerlas en la cristalera. Vendió la primera partida, por completo, a 5 centavos cada una. Pronto, las manzanas de caramelo fueron habituales a lo largo de la costa de Jersey y de ahí dieron su salto a los circos y ferias; fue gracias a ellos que empezaran a recorrer todo el país.
Pero en su viaje por el tiempo y espacio, las manzanas en su caramelo sufrieron modificaciones. Fue en la década de los 50´s y a manos de Dan Walker, un representante comercial de la Kraft foods . La manzana caramelizada cambiaba de color, ligeramente su fórmula, y pasaba a llamarse manzana de caramelo. Agua, azúcar, colorante rojo: Jarabe de maíz y canela serían sus nuevos componentes. Y la envoltura, cristalizada y bastante más dura y costosa de elaborar ( casi 1 hora hasta cristalizar por completo) que la de su predecesora y, sin duda , su llamativo color rojo -mucho más atractivo-, eran un excelente reclamo sobre todo a ojos de los niños.
Se volvieron habituales en las festividades de Halloween como símbolo de la cosecha, podemos decir que la manzana de caramelo es uno de los pocos aciertos gastronómico de los norteamericanos. No se como llegaron al Perú, menos quienes los trajeron. Mucho menos se como llegaron a Huánuco, solo recuerdo que ahorraba la propina de dos o tres días para comer una, y al ver tan esperada manzana me decía para mi mismo: “Se ve demasiada exquisita, Mi boca se hace agua y me desespero al no poder tenerla ya. Su color es fresco y me evoca serenidad y recuerdo. Su aroma pueblerino me concentra en limpios parajes, cálidas lluvias y enternecedores ritmos. Mi estomago tiene otra frecuencia, otras dimensiones; es mas ovalado y ruge al compás de mi respiración. Prometo no atragantarme, solo sentir sus fibras crujientes debajo de mis colmillos y pasar mi sedienta lengua por su caramelo. Solo será un trozo, lo juro…………..Me la voy a comer con desespero y sin pausas. No me importa, esa manzanita, desde aquí, se ve demasiado buena”
Gracias Aida: La Pequeña Infante, Joven escritora española
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