Santa Claus, Papa Noel o San Nicolás. Con estos nombres se le conoce al gordito de barba blanca que viaja cada 25 de Diciembre para llevar alegría a los niños de todo el mundo.
Pero su tarea es difícil, repartir los regalos entre todos los pequeños en una sola noche.
Si sabemos que en la Unicef hay alrededor de 2.000 millones de menores de 18 años en el planeta, y que casi todos se portaron bien, ¿cómo puede este hombre ya entrado en años y algo gordito realizar tal hazaña?
Según Roger Highfield, autor de La Física de Navidad, se calcula que en la noche del 24 de Diciembre, Santa Claus tiene que hacer 850 millones de paradas y para ello, si viaja en sentido opuesto al de la rotación de la Tierra, contaría con otras 24 horas para cumplir con su misión. Pero, aún así, el tiempo sigue siendo extremadamente corto para semejante empresa.
Según Highfield, para que Papa Noel pueda desarrollar su tarea, tendría que viajar a la velocidad de la luz: 300.000 kilómetros por segundo… ¡imposible!
La respuesta parece no estar en los principios de la física clásica, pues en base a ello, se llegaría a la siguiente conclusión: Santa murió en su primer loable intento por imitar a la luz.
Felizmente, para los que todavía creen en Santa, la física moderna puede ayudar a entender por qué sigue dejando regalos sin que nadie se dé cuenta.