De acuerdo con un estudio que vincula dependencia a la red con desórdenes psicológicos, cuanto más tiempo se usa Internet habría menos posibilidades de estar contento y más de sufrir depresión.
La investigación, publicada en «Psychopathology Journal», detecta que plena adicción y clara depresión coinciden, afectando al 1,3 por ciento de los encuestados. Una situación extrema que se da en personas con una media de 21 años.
De todos modos no está claro si un gran uso de Internet genera problemas mentales o más bien ocurre al revés, que las personas con tendencia a la depresión buscan un refugio online.
Según la reponsable del estudio, del Instituto de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Leeds, de momento se está ante el clásico dilema de «¿qué fue antes, el huevo o la gallina?».
«Hay una alta correspondencia entre la cantidad de tiempo empleada en internet y niveles de depresión», afirmó Catriona Morrison, «y si se mira cómo de dependiente de Internet se siente la gente se observa una correspodencia con cómo de contentos o tristes se sienten».
«Mientras mucha gente usa internet para pagar recibos, comprar y enviar correos electrónicos, hay una pequeña parte de la población que encuentra difícil controlar el tiempo que gastan online, hasta el punto de que esto interfiere en sus actividades diarias», añadió Morrison.
La investigación, realizada entre personas de 16 a 51 años en 2010, encontró que quienes tienen una adicción a Internet presentan una media de depresión cinco veces mayor que los usuarios no adictos.
Los adictos suelen ser jóvenes, con una media de edad de 21 años, que proporcionalmente gastan más tiempo en páginas pornográficas y de juegos y en redes sociales, según el diario ABC.es.
Según Morrison, el estudio «refuerza la especulación sobre si una implicación excesiva en páginas web que sirven para reemplazar las normales funciones sociales puede estar vinculada a desórdenes psicológicos como depresión y adicción».
Algunos expertos expresaron su preocupación sobre la posibilidad de que las redes sociales puedan incentivar pensamientos depresivos en adolescentes vulnerables.