Vicky Harrison no pudo luchar contra la impotencia de no poder conseguir trabajo alguno. Con 21 años, y 200 negativas de trabajo, decidió acabar con su vida con una sobredosis de pastillas al no conseguir vacante alguna en el complicado mercado laboral en Inglaterra.
La hallaron muerta el 30 de marzo pasado y dejó un pequeño mensaje a sus padres: »Por favor, no estén tristes. No es su culpa. Quiero que todo el mundo sea FELIZ». Al momento de su muerte, habían pasado dos horas desde que fue rechazada en una guardería y al día siguiente de su deceso, llegó a su casa el cheque semanal de 65 euros con que el estado inglés subsidia a los solicitantes de empleo.
Louise, madre de Vicky, afirmó que no entendía la decisión adoptada por su hija, »Vicky era una niña brillante e inteligente que se deprimió al no poder encontrar trabajo. Estar en el paro durante tanto tiempo le parecía humillante y no pudo aguantar más», detalló.
Vicky estudio Imagen y Sonido en la Universidad de Londres, pero suspendio tal carrera pues consideró que la Universidad no era lo suyo. Después de eso, postuló a centenares de ofertas de cualquier cosa que le valiera un salario; mesera, ayudante de cocina, cualquier trabajo le hubiera venido bien. Sin embargo, no fue aceptada en ninguno.
Tony, padre de Vicky, confesó: »El momento fue el menos indicado, por la recesión. Ella nunca quiso ninguna caridad, por ello estaba desesperada por trabajar. Se sentía humillada por no encontrar trabajo. Sentía que no tenía futuro».
Los padres de Vicky desean crear una fundación con su nombre para apoyar a los jóvenes desempledos, pues consideran que la muerte de su hija tiene que servir de algo.