Viajó en el Metro de Buenos Aires y apenas cumplió su primer día al frente de la Iglesia Católica, apuró el paso para pagar el mismo su cuenta en el hotel de Roma donde estuvo hospedado. Así es la vida de Jorge Mario Bergoglio, hoy Francisco I.
Durante su etapa como Obispo de Buenos Aires, Bergoglio vivió en un modesto edificio del microcentro de la capital argentina, en medio del constante bullicio que es normal en una ciudad tan cosmopolita.
«Mucha gente lo reconocía por su atuendo religioso, pero llamaba la atención que caminaba por la calle como uno más, nunca tenía guardias y siempre tomaba el tren o el subte (metro), nunca un chofer o auto privado», indica Jorge García, un vendedor de diarios apostado por las vías donde el ahora Papa transitaba.
Las personas cercanas a Bergoglio afirman que pocas veces aceptaba una invitación para comer en un restaurante y que prefería usar el transporte público para movilizarse, en una conducta similar a la del presidente de Uruguay Pepe Mujica, quien maneja al país con una austeridad reconocida por muchos.
Francisco I es una persona reservada con pocos amigos, un estricto manejo de su vida privada y muy dedicado a sus actividades pastorales.
Pero, tras su nominación como Sumo Pontífice, se descubrió un pasaje curioso de su vida: Su gusto por el fútbol. Y es que Bergoglio es hincha confeso del Club San Lorenzo de Almagro, al que iba a ver al Viejo Gasómetro en los años 40 acompañado de su padre.
Bergoglio vivió sus años de juventud en el Bajo Flores o Boedo, barrio de donde es conocido San Lorenzo. Es por ello que en el religioso nació el fanatismo por uno de los equipos grandes del fútbol argentino, que lo nombró en 2008 (año de su centenario), socio honorario y hasta tiene una foto con un banderín azulgrana.
«Ahora no suele ir a la cancha porque tiene un problema físico (le falta un pulmón) y se cuida mucho (al tener 76 años», manifestó Oscar Lucchini, encargado de la capilla del club San Lorenzo y cercano al Papa argentino.
Celebró la primera misa en la capilla del club de Boedo y seguía los juegos por televisión hasta antes de embarcarse a Roma, desde donde seguramente seguirá al equipo de sus amores por Internet.
Bergoglio fue además, ferviente seguidor del trabajo de los jóvenes en la Iglesia Católica. «Viajar en colectivo o en subterráneo, como lo hacía habitualmente, no era una pose. Respondía a una profunda convicción de humildad y austeridad», sostiene Norberto Rodríguez, presidente de la Asociación de Jóvenes Cristianos.
Cuando fue nombrado Papa, aparecieron fotos de Bergoglio viajando en el metro o comprando el diario en una calle de Buenos Aires en medio de todo el barullo. ¿Qué pensarán aquellos que compartieron asiento en el metro con Francisco I?
[yframe url=’http://www.youtube.com/watch?v=9NC9nggX458′]