En esta temporada de Navidad, es preciso destacar el aporte de Ayacucho a esta causa tradicional. Se trata del ‘Retablo Ayacuchano’, una de las expresiones de arte más reconocidas por el alto nivel de maestría alcanzada por los artesanos ayacuchanos.
Estos trabajos se iniciaron bajo la inspiración de la tradición española, quienes tenían altares portátiles y nacimientos, conocidos como ‘Belenes’ que fueron muy bien acogidos dentro del mundo andino. Estas cajas contenían santos y otras imágenes sagradas que eran usadas para cuidar las viviendas y a los viajeros que llevaban consigo,
En la década de los 40, imagineros ayacuchanos e intelectuales limeños de la corriente indigenista decidieron impulsar este arte. El artista popular andino se cuida de transmitir sus técnicas y secretos, restringiendo la transmisión de ellos a sus descendientes y unos cuantos discípulos, quienes deben permanecer años dentro del taller para poder dominar plenamente todas las técnicas. El retablo lleva mucho trabajo y uno de los aspectos básicos es el de la preparación de la pasta para el moldeado de las figuras.
Los retablos son cajas rectangulares, hechas normalmente de cedro. A pesar que no hay medidas estándar, los modelos clásicos miden 32 centímetos de alto por 26 de ancho. En el fondo se colocan figuras de unos 6 centímetros. La parte posterior se tapa con una madera delgada y las puertas se unen a la caja con unas tiras de cuero. En ella, exhiben vírgenes embarazadas y santos de cuello largo. También se representan manifestaciones patrióticas como desfiles militares o se dedican a personajes, presidentes o generales, campesinos, héroes, etc.
Las figuras se fabrican con una pasta hecha sobre una base de papa hervida y molida mezclada con yeso. La estructura suele ser de madera.
La estructura de las personas en el tablero es hecha con un tipo de pasta en la que primero se realiza la mezcla de harina con agua hirviendo. Después mezclando el yeso el polvo colado(no siendo tan duro o suave, pero fuerte).