Desde hace mucho tiempo el Cerro Pilán, ubicado entre los caseríos Solumbre y Franco en el distrito de Morropón, en el departamento de Piura – Perú, ha sido fuente inacabable de noticias concernientes al fenómeno OVNI; y aunque muy pocas veces ha sido el centro de atención en los diversos medios de comunicación, es poseedor de muchas historias, leyendas y de un gran poder misterioso que se «siente» en aquella zona.
El enigmático cerro Pilán – Cortesía de imagen: Robert Calderón
Los Ladrillos de oro hallados en el Cerro Pilán
Este es uno de los más importantes hallazgos que tienen que ver con el Cerro Pilán, y puedo ser refrendado por los testigos, algunos de ellos ya muertos, pero algunos otros aún viven cerca a la zona, exactamente en el caserío de Franco, ubicado en el distrito de Morropón.
El testigo protagonista de este caso es Teófilo Montalbán, el cual aproximadamente entre los años 1925 a 1930 se encontraba pastando un rebaño de cabras en las cercanías del Cerro Pilán. Al ingresar a una hoyada pudo percatarse que habían varios ladrillos de oro. A pesar del espectacular descubrimiento, Teófilo sintió miedo ante tal escena, pero luego de tener tal sensación pudo reincorporarse y, con la ayuda de su hijo, empezó a llenar sus alforjas con cuanto oro podía cargar. Una vez que terminaron de llenar los ladrillos en las alforjas, Teófilo y el niño, iniciaron el retorno hacia el caserío de Franco, de donde eran naturales, pero a pesar del tiempo transcurrido y el continuo esfuerzo en encontrar la ruta, la cual conocían como la palma de su mano, no les fue posible encontrar el sendero que los conduzca a la zona de Franco. Si tomaban un camino por el cual seguir, luego de caminar un rato se sentían perdidos, y de repente se encontraban en el mismo lugar del hallazgo; esto causaba desesperación en Teófilo y en su hijo.
Luego de tanto tratar de encontrar una ruta que los condujese al caserío de Franco, esto no era posible; minutos más tarde se toparon con un rebaño de cabras, en aquel momento Teófilo pensó que las cabras le pertenecían a otro poblador de Franco y decidió seguirlas. El rebaño caminó un trecho bastante largo, hasta que éstas ingresaron por una abertura en una roca; Teófilo intento cruzar la misma abertura, luego de lograrlo ya había perdido al rebaño.
Más adelante padre e hijo se toparon con una gran cantidad de ganado vacuno, que parecían ser muy grandes y muy bien cuidados. Nuevamente Teófilo comenzó a seguir al ganado, pero no fue posible, pues según los testigos estos animales pasaron por hueco por el que cabia una hormiga y desaparecieron. Mientras tanto el hombre y su hijo ya mostraban síntomas de cansancio y extrema frustración.
Serapio Montalbán, hijo de Teófilo, narra que su padre le contó que en un intento de encontrar el camino que lo conduzca hacia el caserío de Franco, observó una ciudad en el cerro Pilán, el podía expectar que gente caminaba de un lugar a otro, pero no pudo identificar a ninguno; también pudo observar canales llenos de agua que surcaban el cerro Pilán. En un momento de gran desesperación y cansancio Teófilo llegó a la conclusión de que el origen de su problema eran los ladrillos de oro que habían extraído de aquella hoyada; es así que él decide regresar al mismo lugar donde los encontró y arrojar los ladrillos.
Luego de decidir «devolver» aquellos valiosos ladrillos, Serapio, cuenta como la mente de su padre se despejó, y por fin pudo encontrar la ruta correcta al caserío de Franco. Es así como los dos presentes pudieron llegar a su hogar. Serapio sostiene muy convencido que si su padre, un gran conocedor de los accesos y misterios del cerro Pilán, no hubiero «devuelto» los ladrillos de oro, ellos jamás hubieran podido encontrar la ruta de regreso a Franco, y se habrían quedado eternamente encantados en el cerro.
El relato de Teófilo transmitido a Serapio, cuando éste era aún un niño, confirma que en el momento en que los hombres estuvieron perdidos, una parte del rebaño pudo regresar junto a ellos a Franco, pero otra parte jamás regreso. Al día siguiente, a pesar de los enigmáticos hechos suscitados, Teófilo decidió regresar a buscarlas, pero no las volvió a ver.
Como es costumbre en las zonas del norte del Perú, Teófilo por consejo de un vecino acudió donde un brujo o chamán de la zona, para que rastree a las cabras perdidas. El brujo le aseguró a Teófilo que sus cabras se encontrabvan deambulando cerca al lugar en donde Teófilo arrojó los ladrillos. Nuevamente Teófilo fue a buscar a sus animales, y esta vez efectivamente tal como lo dijo el brujo, las pudo encontrar.
Serapio Montalbán Romero, hijo de Teófilo Montalbán, fue el herededo de todo el conocimiento concerniente a los accesos y misterios presentes en el cerro Pilán; y fue él, en vida, la persona que más conocía acerca de estos enigmas en aquella zona. Serapio era muy conocido por ser un hombre misterioso y por ser un constante visitante al cerro Pilán; según dicen varios testigos casi a diario se le veía hablándole al cerro.
En otra ocasión, mucho tiempo después de ocurrido el primer incidente (ladrillos de oro) narrado por Serapio, otro hecho le ocurriría que según se cree le terminó por moldear esa personalidad misteriosa muy característica de él.
El perro encantado
Serapio tenía un perro llamado «Bala» el cual desde muy cachorro lo había ayudado en las tareas de cuidar al ganado mientras pastaban en las inmediaciones. La rutina de Serapio era soltar desde muy temprano en la mañana al ganado junto al perro para que se alimenten, y al mediodía él acudía al cerro Pilán, en donde se encontraba el ganado, para cuidarlo más de cerca. Pero cierto día, Serapio sufría de fuertes dolores estomacales, por lo que no pudo asistir al mediodía, y espero que sean las cinco de la tarde, hora en que su ganado regresaba. Efectivamente ya en la tarde el ganado regresó pero esta vez sin el perro «Bala», lo que causó una gran preocupación a Serapio.
Al día siguiente y muy temprano, Serapio se dirigió al cerro a buscar a su mascota. Estando en el cerro, pudo escuchar el ladrido de su amigo canino, y de repente el perro salió al encuentro de su amo. Luego del feliz reencuentro Serapio procede a regresar a su hogar junto a su perro, pero a pesar de que Serapio intentaba cargar al can y jalarlo hacia la dirección de regreso, el perro luchaba por soltarse de sus brazos, y luego de lograrlo se perdía por un hoyo de aquel misterioso cerro.
Serapio cuenta que durante quince días intentó regresar a casa con su perro, pero esto no era posible, pues una fuerza opuesta parecía arrebartárselo cada vez que el perro venía a su encuentro.
Esto es lo que él manifestó:
«Durante quince días luche para rescatar al perro de las entrañas del cerro. Cada vez que yo acudía al cerro Pilán, el perro salía a mi encuentro, pero en el momento de traerlo a Franco, el animal luchaba hasta que terminaba por fugarse»
Luego de varios días de intentar recuperar al can, Serapio se dio por vencido y nunca más lo volvió a ver.
En la actualidad más de una persona relata escuchar los lastimero aullidos del perro encantado, provenientes de las profundidades del enigmático cerro Pilán.
En el cerro Pilán existen muchos túneles y cuevas, sin embargo, éstas se encuentran en lugares inaccesibles. Existió un protagonista más, llamado José del Carmen Carrasco Peña, el cual habría sido testigo de una construcción que al parecer desapareció días después.
Extrañas edificaciones que desaparecen
Según ha narrado José del Carmen Carrasco, en una oportunidad pudo observar una pared de piedra de aproximadamente 15 metros cuadrados, la cual se encontraba en la parte lateral izquiera de la cumbre del cerro Pilán. Dicha pared contenía incripciones jeroglíficas, y además cerca de de ésta había un túnel de dos metros cuadrados de diámetro que conducía al interior del cerro (cabe recalcar que dicho túnel se encontraba en dirección a Solumbre).
A pesar de que muchos otros visitantes al cerro Pilán han dado fe de la existencia de las construcciones vistas por José, mucho tiempo después José regresó a la zona, esta vez acompañado de varios amigos, para mostrarles el sitio que él pudo ver anteriormente. Luego de buscar por mucho tiempo José y sus amigos no pudieron hallar dicha edificación.
Opinión del editor:
Hasta el día de hoy las historias que se cuentan acerca del cerro Pilán continúan inundadas de enigma y misterio; historias como «Los ladrillos de oro» o el «Perro encantado» solo son algunas de las conocidas historias que pasan de boca en boca entre los pobladores de la zona; pero sin duda existen diversos relatos, muchos de ellos capaces de hacerte cruzar la línea del escepticismo. El cerro Pilán es también conocido por los continuos avistamientos de luces en el cielo que atraviesan el cielo para dirigirse hacia su cúspide. Historias como las narradas en este artículo siguen dándose hoy en día, y no solo en Pilan, sino en innumerables zonas de nuestro país, y también en el mundo entero, lo que me hace pensar en una posible conexión entre ellas, y en una posible presencia que se sale del ámbito espiritual o folclórico para llegar a ser, posiblemente, extraterrestre o de otra dimensión.
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