Un experimento realizado en niños demuestra nuestra desconfianza hereditaria con respecto a todo alimento desconocido y nuestra atracción irreprimible hacia los productos grasos y azucarados.
En el 2009 científicos ingleses probaron nuestra atracción hacia las materias grasas, los investigadores demostraron que el cerebro reconoce instantáneamente la grasa y que esta le gusta. Ingurgitando grasa nuestras papilas gustativas aprecian el gusto pero igualmente la textura de la materia grasa (su espesor).
Nuestras papilas gustativas son » educadas» desde la cuna .El aprendizaje de los gustos se hace desde nuestra infancia y nos acondiciona a lo largo de la vida. Una vez adultos nuestras papilas buscan encontrar los perfumes que hemos conocido desde niños o hasta desde bebés. 30 o 40 años después los sabores de la infancia pueden encontrarse en un kétchup: un experimento sorprendente de degustación de kétchup revela que los adultos que han sido alimentados al biberón tienen un gusto más pronunciado por los dulces que los que han sido amamantados.
La alimentación puede actuar directamente sobre nuestro comportamiento. Diversas investigaciones prueban que el consumo excesivo de « fast-food » baja los ánimos y que las malas grasas provocan depresión. Un americano ha hecho un experimento comiendo 3 veces al día hamburguesas y papas fritas durante 1 mes. Mientras pasaba el tiempo el ánimo y el cansancio iban aumentando.
Nuestro cerebro necesita dos ácidos grasos esenciales: omega 3 y omega 6. Omega 6 es muy fácil de encontrar en la carne y los productos lácteos pero consumimos menos omega 3 que podemos encontrar en los pescados grasos como: salmón, atún sardina, aceite vegetal. Necesitamos un buen equilibrio entre sus dos tipos de grasa. Idealmente 1 omega 3 para 4 omegas 6. En la sociedad occidental el consumo es 1 omega 3 por 20 omega 6.
Este desequilibrio aumenta el riesgo de depresión y ansiedad.
Gracias a un régimen stricto elaborado por un doctor ingles una madre de familia francesa resolvió los trastornos del comportamiento de su hijo hiperactivo y de su hija que sufría de un déficit de atención y falta de sueño. El doctor aconsejó eliminar lactosa, caseína, gluten, cereales, azúcar, aditivos, colorantes. Los productos autorizados eran: frutas, verduras, almendras, carne, y huevos. Este régimen detuvo las inflamaciones del sistema digestivo de los niños y el vomito del hijo. Después de 3 meses el tratamiento a base de medicamentos fue eliminado.
Este articulo trata de las consecuencias de una mala alimentación sobre nuestra salud (Programa”SPECIMEN” del 07 septiembre 2011 Francia.)
Fuente:
www.jmfitperu.com