Cuando los matrimonios funcionan pese a la presencia de los amantes

La idea de tener una amante es prácticamente mal visto por ser causa de muchos problemas y dificultades dentro de la pareja. Cuando aparece la imagen de una tercera persona, tanto hombre como mujer se enfrentan diariamente a mentiras y engaños que terminan por matar el amor.

Pese a esta realidad, hay personas que pueden tener amantes por más de 20 años, como lo que no queda más que pensar que el hombre es un gran simulador o que la esposa sabe de la infidelidad pero prefiere no decir nada.

Este caso, aunque parezca mentira, es más frecuente de lo que parece. La mujer sabe que hay otra mujer y prefiere pasarlo por alto con la esperanza de un cambio en su marido para que el mal momento pase.

Hay esposas que piensan que mientras la pareja esté contenta y no se vaya de la casa ni deje a los hijos, poco importa si tiene una amante.

También hay familias con hijos que no pueden tener relaciones íntimas porque ambos han llegado al punto de tener personalidades incompatibles y esto impide el erotismo.

En estos casos, con el afán de recuperar la sexualidad sin que la pareja se separe ni se disuelva el hogar, el hombre busca una amante que lo mantenga tranquilo en el aspecto sexual y ayude a evitar un desenlace violento dentro de la casa.

La realidad es que si bien este tipo de amante funciona como un paliativo, la relación marital se romperá tarde o temprano. La amante no soporta ser relegada a la clandestinidad y empieza a pelear por ser la única. Por su parte, la esposa decide dejar de ser víctima del engaño y decide separarse.

El concepto de la amante no es un remedio para una relación dañada, sino todo lo contrario. Al ingresar la figura de la amante a la relación de pareja se está iniciando el principio del fin.