El padre llama desde su pueblo a su hijo que emigró a Lima y le dice:
– Lamento arruinarte el día, pero tengo que informarte que tu madre y yo nos estamos divorciando, cuarenta y cinco años de sufrimiento
es suficiente.
– Papi, ¿de qué estás hablando? ¡Y justo antes de las fiestas! – grita el hijo.
– No podemos soportar seguir viéndonos, le contesta el padre. Estamos hartos el uno del otro, y estoy cansado del tema, así que es mejor que tú llames a tu hermana Ana para contarle. Y, corta el teléfono.
Desesperado, el hijo llama a su hermana quien explota en el teléfono:
– ¿Cómo que se están divorciando? ¡Yo me voy a hacer cargo del asunto!
Inmediatamente la hija llama al padre y le dice:
– Ustedes NO se divorcian! No hagan nada hasta que yo llegue. Ahora mismo vuelvo a llamar a mi hermano y vamos los dos donde ustedes. Hasta entonces no hagan nada ¿ESCUCHASTE BIEN? ¡NADA!
El padre cuelga el teléfono, mira a su esposa y le dice:
– Muy bien mujer, todo salió perfecto. Los dos vienen para las fiestas… ¡ y se pagan los pasajes!