La semana previa al Clásico ante Universitario siempre es especial. Es el partido, en que se juega más que tres puntos. Alianza y la U se juegan el honor desde aquel lejano 1928, en que los cremas se impusieron 1-0 en el primer clásico de la historia del fútbol peruano denominado como el ‘Clásico de los Bastonazos’.
Los hinchas de Alianza siempre tenemos en la mente, varios clásicos que difícilmente, puedan borrarse de la memoria de uno. El 9-1 de 1947 con los cinco goles de Emilio Salinas, o el 6-1 en el recordado bicampeonato blanquiazul 1977-78.
Sin embargo, yo siempre llevo presente, lo que siempre he denominado como el ‘6-3’.
Fue un 20 de mayo de 1995, cuando le declaré mi amor eterno a Alianza Lima. Cada vez que veo, el gol anotado por el ‘Churre’ Paulo Hinostroza en aquel inolvidable choque, brotan lágrimas de mis ojos al recordar tan brillante actuación del equipo del pueblo.
Y a puertas del clásico 327, fue que he decidido recordar aquella tarde dominical, con un tibio resplandor del sol. Eran épocas en que los clásicos llenaban estadios sin la necesidad de un cordón policial al medio de la tribuna y los cánticos de las barras eran más intensas que el tráfico de Lima. Fue en esa tarde, donde mi corazón se pintó de blanquiazul para siempre.
Seis goles, seis bombas y la frase que el periodista Toño Vargas no se cansó de repetir: »¿Dónde está Celso Guerrero?» Fue esa jornada que Waldir Sáenz inició su racha goleadora en clásicos. Juan Jayo se ganó el cariño de los hinchas con el tercer gol anotado sobre Guerrero. Fue una tarde que no será fácil borrar de la memoria del hincha aliancista, porque aquel día, el triunfo nuestro fue con el sello de los Grones: Sombreritos, huachas, golazos, oles.
Gracias al ‘6-3′ pude descubrir que para ser un verdadero hincha de Alianza Lima, también había que llorar y sufrir. Como reza un cántico del Comando Svr: »No es Blanquiazul, aquel que no haya llorado, aquel que no haya llorado, aquel que no haya sufrido, aquí en tribuna sur». Palabras que grafican lo que es Alianza Lima para nosotros, quienes llevamos sangre azul por las venas.
Desde esa goleada, dos palabras, dos colores alimentan mi vida y me hacen sentir hincha y seguidor de una manera religiosa de la sagrada blanquiazul. Gracias a Jacinto Rodríguez, Carlos Basombrío, Frank Ruiz, Marcial Salazar, Kanko Rodríguez, Juan Jayo, César Rosales, Marquinho, Waldir Sáenz, Darío Muchotrigo y al entrenador Iván Brizc.
Gracias a ellos, por hacer de esa tarde del 20 de mayo de 1995, se convierta en la tarde más recordada de mi vida como hincha de Alianza Lima.
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