No encuentro palabras. Mis ideas se nublaron a partir de las 10 de la noche, cuando en Santiago, un tal Carlos Alfredo Vera, le dio un giro de 180 grados a la ilusión de varios aliancistas, convalidando el gol de la Universidad de Chile, previamente anulado por su cómplice Luis Alvarado..
Por motivos de estudio, no pude ver el partido. Apenas vi el primer gol chileno en un televisor de una tienda miraflorina, con chalina blanquiazul en el cuello y con la fe de remontar la eliminatoria. Ya en el bus, camino a casa, la radio se volvió en mi compañera perfecta en el largo camino a mi hogar. Los relatos de RPP mi transportaron imaginariamente al Monumental de Colo Colo, y como un hincha más, alente al equipo de mis amores.
Con el segundo gol de José Carlos, respiré más tranquilo. Lo único que quería era llegar a casa y dar rienda suelta a toda mi alegría. Pero fue un minuto fatídico lo que arruinó mi noche, de esos que te dan ganas de botar toda la cólera que llevas dentro y te lleva incluso al llanto más amargo.
Fueron las lágrimas que intensas que han podido brotar de mis ojos. En primeros términos lloré de impotencia, desazón y harta cólera. No era justo que nos metan la mano de esa manera. Lo que ocurrió anoche en Santiago fue un auténtico robo por parte de dos cobardes como Vera y Alvarado, a quienes les faltaron huevos para anular el gol chileno. Simplemente se dejaron intimidad por Gerardo Pelusso y compañía. ¿Es ese el cariño que el uruguayo le tenía a Alianza? ¿Reclamó asi las veces que Alianza se veía perjudicado?
El fútbol peruano vuelve a ser ultrajado de una manera infame. Ya ocurrió el año pasado con aquella vergonzoza actuación de René Ortubé en la cancha de River Plate en el Argentina – Perú. No nos pueden tomar de cojudos otra vez (disculpando el término). Alianza Lima hizo ayer en Colo Colo, lo que no hizo en Lima. A pesar del nerviosismo de Forsyth y de la zaga, lejos de algunas fallas colectivas, está esa decisión de Alvarado, que dejó al país sin Copa Libertadores.
En un partido de fútbol, cuando un árbitro cobra acertadamente o no una jugada, debe de mantener firme esa decisión y no rectificarse. Ese es la candela de este deporte. Es bueno polemizar con cierta jugada, pero no al extremo de lo ocurrido ayer. Fue muy evidente el fuera de juego de los dos jugadores de la U, e incluso Rivarola amagó con rematar a gol. Vera, ¿Qué más pruebas quieres?. Ambos fueron bien intimidados la banca chilena, que la verdad, también fue presa del ridículo.
Pero ya no se puede hacer nada. Las lágrimas de Tragodara y el ‘Pato’ Quinteros, la amargura de Gustavo Adolfo, los goles de José Carlos, y la paciencia de Montaño en el segundo gol. Lo de ayer, no sólo quedará en la retina de muchos grones por el robo descarado de este par de ecuatorianos cobardes, sino porque once guerreros vestidos de azul y blanco, estuvieron cerca del milagro. Alianza Lima hizo todo por clasificar, mostró el corazón que late desde hace 109 años y fue mejor que la Universidad de Chile, pero lamentable los jugadores 12 y 13 del equipo de Pelusso metieron su golazo… obra maestra de este dúo de rateros.
Hoy más que nunca, me siento orgulloso de ser hincha de Alianza Lima.
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