Ya es habitual que en todo tráfico en la ciudad, los choferes de autos den rienda suelta a su incomodidad tocando sin cesar el claxon de sus vehículos a toda marcha. O sino, siempre ha pasado que la noche que queríamos dormir plácidamente, al vecino se le ocurre armar una gran fiesta, con la música a todo volumen.
A eso se le llama «Contaminación Sonora» y aunque pocos se den cuenta de eso, se le está haciendo un grave daño al medio ambiente con tanto sonido que daña nuestros oídos.
Ojo, que la contaminación sonora no se da solamente con los ejemplos mencionados en el primer párrafo, sino también al escuchar música mediante audífonos a alto volumen, al paso de los aviones por la ciudad e incluso, los fuegos artificiales que se usan en fiestas navideñas.
La contaminación sonora forma también parte de nuestra vida diaria (aunque no lo queramos aceptar). Todos los días recibimos sonidos de diferente magnitud y que pueden provocar daños hasta irreversibles en el organismo.
El transporte, las maquinas de construcción, los vehículos, las sirenas de ambulancias y bomberos y otros factores contaminantes, superan los 50 decibelios, el límite soportable de audición. Ello, ya se convierte en causante de distintos trastornos.
La contaminación sonora debe ser reducida y esa tarea depende única y exclusivamente de nosotros como sociedad, por ejemplo:
Una manera simple es evitando que las conversaciones donde participen muchas personas, se convierta en un desorden donde todos hablan a la vez. Suena curioso, pero la contaminación sonora se da si 20 personas combinan a la vez distintos tonos de voz.
Haciendo tomar conciencia a las personas sobre los daños que provoca en ruido en nuestro ambiente. Se debe informar y dejar en claro que el sonido debe ser uno de los principales temas a resolver si queremos empezar a cuidar el planeta.
Se debe denunciar a las industrias o construcciones que abusen del ruido de sus maquinarias o pedir, la colocación de paneles acústicos en sitios estratégicos.