Los niños ya no son unos bebes a cierta edad y quieren comportarse como los niños mayores que aún no son. Si se les lleva la contraria, se ponen de un humor insoportable.
Los cinco o seis años son una edad característica en que los niños desean tomar sus propias decisiones y si se les contradice, practicamente se pueden generar momentos indeseados.
Cuando se les niega lo que quieren, mediante gestos se reafirman su propia identidad, pues creen que no hay derecho que los adultos impongan las reglas y que es injusto cuando un adulto les pide hacer algo.
El carácter del niño tiene que ver con la forma de enfadarse de sus padres, pero también influye mucho el entorno que en el que vive y la educación que recibe.
Si en casa percibe comportamientos agresivos es probable que grite, arroje objetos, llore… Si los papás no hacen estas cosas, se limitará a poner malas caras y a encerrarse en sí mismo.
Si del mal humor pasa a los arrebatos, debemos zanjarlos con contundencia, especialmente si infringe las normas como pegar, insultar o romper.
Si el niño pasa por muchos episodios de mal genio, es posible que quiera captar la atención. Esta demostrado que los adultos prestan mucha atención cuando los niños despliegan malos gestos que cuando no lo hacen.
Se debe reforzar el buen comportamiento del niño, con frases como «Me alegra mucho que hayas recogido tus juguetes del salón», o «vi que cuando se le cayó el osito a tu hermana se lo recogiste y se lo diste, fuiste muy amable». No hay que mezclar halago con crítica, diciendo cosas como: «Qué bien que hoy te laves los dientes sin rechistar, no como otras veces», en cuyo caso la frase pierde su efecto positivo.
Deben valorar lo que tienen:
Es importante enseñarles el lado positivo de las cosas.
Hay que hacerles ver la botella medio llena y no medio vacía, enseñarles a valorar lo que tienen
Un problema puede tener muchas soluciones y los pequeños deben aprender a encontrar varias salidas.
Los padres deben escuchar a sus hijos. Puede que el niño esté enfadado con razón: se le ha roto su muñeco, el profe ha sido injusto con él… En estos casos, no hay que silenciar su mal genio, sino mostrar empatía y enseñarle a sobrellevarlo.